#ElPerúQueQueremos

Columna de Armando Villanueva en La Tribuna, 1958

Gustavo S. : Sobre Cantagallo por Armando Villanueva

Publicado: 2016-11-08

Muchos no habían escuchado hablar de Cantagallo y su historia antes de los sucesos que todos lamentamos, pero lo cierto es que es un barrio popular y con una tradición indesligable de la de Lima, ello lo demuestra Armando Villanueva en su columna de opinión que realiza para La Tribuna, en donde analiza su desarrollo, sus dificultades, los responsables, la solidaridad entre ellos y sus necesidades (muchas de ellas, 58 años después, y como nos demuestra la historia, aún continuaban sin aparentemente ningún interés en ser resueltas) producto de sus recorridos por la zona como dirigente político y periodista perspicaz, y cuyas líneas lo diferencian del cronista que desde su escritorio intenta explicar la situación o al comunicador histriónico que en su desconocimiento lanza opiniones erróneas y altisonantes.

Cabe indicar que el Artículo que adjunto fue escrito el 21 de Octubre de 1958 para el periódico “La Tribuna”, el alcalde de Lima en ese entonces era Héctor García Ribeyro y se vivía la etapa de la convivencia con el Presidente Manuel Prado.

El uso del término barriada se da en su significado propiamente dicho (Barrio, especialmente en la periferia de una ciudad y formado por construcciones de baja calidad.-Rae)


LOS SUBARRIENDOS EN CANTAGALLO - AVC (1)

(Crónicas de Barriadas)

Hubo un tiempo, lustros atrás, en que hablar de Cantagallo era referirse a uno de los refugios de nuestros delincuentes. Llegando al distrito del Rímac por el Puente de Balta, bajando a mano derecha y entre la virreinal Alameda de Acho y la margen del río, antes de alcanzar los antiguos baños de la Piedra Lisa, vivía allí la sórdida sociedad del delito. Esta principió a concentrarse en tal zona ya comenzado el siglo. Porque antes, Cantagallo había sido lugar de huertas, tránsito hacia los baños mencionados. Hoy la situación ha variado. Cantagallo es barriada popular. Allí viven trabajadores honrados, con numerosa familia. Su sociedad es la del pueblo, productor pero desvalido; la que conforman los hombres y mujeres pobres del Perú, con sus hijos y con sus tribulaciones comunes a la mayoría de los habitantes del país. Subsisten, sin embargo, algunos delincuentes, y éstos son, en mi concepto, los explotadores del subarriendo. Son los que han centuplicado en inverosímiles parcelas los lotes existentes, subdivisiones que llegan a las de 2 x 2 metros, y que subarriendan a individuos o familias que no tienen vivienda. Y así vemos que los 14 lotes básicos que existen en Cantagallo, albergan a más de dos mil inquilinos que con sus familias pasan de once mil personas.

DELINCUENCIA

Afirmo que quienes explotan la necesidad de un techo, en la forma que acontece en Cantagallo – y también en otras barriadas – son delincuentes. Porque abusar de una necesidad tan vital es un delito. Sé que al publicare esta crónica han de surgir reclamantes. Si es así, advierto desde ahora mi disposición a ir conjuntamente al poder competente; ellos con su “derecho” a exprimir el dinero de los pobres, sometiéndolos a las condiciones más antihigiénicas e inhumanas que cualquiera puede comprobar; y yo defendiendo mi derecho a denunciarlas. No soy, desde luego, el primero en hacerlo. Desde LA TRIBUNA, y también en otros diarios, parecidas protestas han surgido. Lástima que las autoridades encargadas de velar por el bienestar de la población no resuelvan hasta hoy problemas tan reiteradamente puestos al descubierto. Y es muy lamentable que así sea, porque esta nueva forma de delincuencia se ha ido extendiendo al amparo de la impunidad. Especialmente, durante el ochenio, los traficantes de la vivienda obtuvieron patente de corso. Y es inexplicable que no se apliquen sanciones semejantes a las de esos otros traficantes que se llaman de “blancas” o de estupefacientes.

COMO ES EL NEGOCIO

Tengo a mi vista 18 hojas de papel imprenta, tamaño oficio, en las que un grupo de pobladores de Cantagallo han trascrito un censo provisional de inquilinos, hecho por su Asociación. Aquí están, por ejemplo, los datos sobre la historia del Lote Nº 1, al que Ud. Amigo lector puede llegar, desviándose hacia su diestra al salir del puente e ingresando a una pequeña plazoleta de tierra, trasponiendo un aro de adobes que colinda con una fábrica de yeso.

Los dueños de esa fábrica arrendaron una extensión de tierra a la testamentaria Lecca para sus actividades industriales. Como disponía de más de la que necesitaba, sin ningún afán de lucro, subarrendaron a otra persona: el señor de la Cadena. Este, por su parte, convirtió la extensión en 42 pequeñísimos lotes. Algunos he visto de cuatro metros cuadrados aproximadamente y otros ligeramente más amplios. Humildísima gente paga por los más pequeños 50, 60, 70 soles mensuales y por los otros 80, 90, 100, 110, 120 y 150. Una zona que ahora comprende 10 pedacitos de tierra, fue subarrendada, a su vez, por el señor de la Cadena al señor R. Sobrino, quien en tercer subarriendo obtiene de esos pedacitos 60, 70, 80, 100, 104 y 120 soles.

SUCEDE EN TODOS LOS LOTES

Los datos que transcribo, tomados del provisorio censo que me proporcionaron, son comunes a todos los 14 lotes. En el Nº 4, por ejemplo, leo que doña Etelvina de Peña subarrienda 17 – cuya “merced conductiva” fluctúa entre 20 y 120 soles –; que don Máximo Vega, 36 (en dos se paga 140 soles); y que doña Victoria Ortega, tres. En el lote Nº 6 el nombre de un señor Espinel aparece subarrendando 54 “residencias”. Larga sería una enumeración detallada.

¿Y LOS ORGANISMOS ESTATALES?

Frente a tales hechos, ¿qué hacen los organismos estatales? El fondo de Salud y Bienestar Social y la Oficina de Asistencia Técnica iniciaron el año pasado una importante labor censal y de planificación para la solución del problema de las poblaciones en formación de barriadas. Sabemos que ya existen estudios muy interesantes, básicos para emprender la tarea. Frente a situaciones tan patentes y patéticas ¿cómo se están aplicando ahora esas conclusiones? Me decían pobladores de barriadas que han sido visitados por funcionarios de esas dependencias; pero que surgen impases. A veces, es el reconocimiento de una asociación (caso, entre otros, de la de los pobladores de los terrenos del Estado en la margen derecha del Rímac, colindante con Cantagallo). Otras el asunto residente en que los padrones hay que asimilarlos a un nuevo modelo. Pero mientras todos estos formalismos se resuelven… ¿qué se hace por dignificar la vida de esos compatriotas? Está pasando como si para atender un herido que llega desangrándose a una clínica, se pidiera primero un certificado médico sin el cual no se le asiste. El herido moriría.

¿QUIÉNES SON LOS RESPONSABLES?

En el Perú tenemos el vicio, frente a sus cruentas realidades, de buscar quién tiene la culpa. También lo hacemos con este problema de las barriadas. Pero resulta que ya sabemos quiénes tienen la culpa. Y lo que ahora se necesita es buscar y aplicar soluciones. Nada obtendríamos volviendo a reiterar las responsabilidades del ochenio, tampoco gritando un poco más – sea por el periodista o por el poblador mismo – contra los explotadores del subarriendo para mí, estos son tan producto social de un proceso en descomposición como el problema mismo. Pero si el Estado no los sanciona, en definitiva tampoco tendrán culpa, porque muchos de ellos son gentes que ignoran la ley aún cuando no conozcan los “recursos” del tinterillaje criollo.

Me parece que la cosa compete a quienes asumen responsabilidades conductoras. A quienes se sienten capaces de desempeñar una función. Esta responsabilidad se torna más grave en la medida que sabemos que los pobladores, víctimas de los sistemas de barriadas, siguen demostrando que con su propio trabajo – ayuda mutua – están dispuestos a coadyuvar a las soluciones. En el caso concreto de Cantagallo habría algo más. La Testamentaria propietaria vendría bregando desde hace tiempo por entenderse directamente con los inquilinos, lo cual supone abaratar el arriendo y, me decían, que existe un plan de urbanización y venta de los lotes entre los actuales residentes. También entre éstos se ha propuesto que el Estado expropie, para que ellos compren. Pero pasa el tiempo y sigue Cantagallo, a tres cuadras del Congreso de La República y a siete de Palacio de Gobierno, siendo uno de los símbolos hirientes de las inferiores condiciones de vida de nuestros pueblos, víctimas de eso que en este país se ha llamado “clase dirigente” o con lenguaje último, clase de los “gerentes”.

(1) Armando Villanueva. (1958). Los Subarriendos en Cantagallo. La Tribuna.


Escrito por

Gustavo Salvatierra Z

ing. de Sistemas, Gestor de Proyectos TI, MBA y Activista Político.


Publicado en